El paisaje es completamente distinto: mesetas estériles de color marrón claro, un auténtico desierto de piedra. Los lugareños lo llaman desierto de Agafay: esto bien podría ser el Sáhara como la sensación de soledad.
El desierto de Agafay no es un desierto de arena, sino más bien una meseta de arenisca y tierra, aldeas tradicionales construidas con barro, lechos de ríos polvorientos se entremezclan con espectaculares pastos suntuosos y vegetación en primavera.
Allí le esperarán sus camellos para dar un encantador paseo por un paisaje asombroso con el fin de llegar a su destino final: un magnífico panorama donde tendrá la oportunidad de parar a tomar el té con los lugareños y disfrutar desde allí de la puesta de sol.
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